Cuando te encargan fotografiar a una actriz como Nuria Espert, un pequeño cosquilleo te recorre el estómago de forma inevitable. Supone un reto personal. Primero, porque siempre el retrato tiene algo de enfrentamiento, de querer extraer una imagen que no siempre el retratado quiere facilitar, y segundo, porque alguien tan fotografiado y popular como Nuria Espert, muchas veces participa en la sesión como si fuera un mero trámite rutinario. Algo, por otra parte, entendible.
Las fotografías se realizaron en la casa que la intérprete catalana tiene en el centro de Madrid, y aproveché tanto la bonita luz que se colaba por los ventanales, como la luz artificial que llevé a la sesión. En este caso, en la fotografía que he seleccionado, dos flashes iluminaron su rostro. Volviendo a lo que comentaba al principio, todas mis dudas se disiparon al comenzar a retratarla. Amabilidad sin límite, y un respeto por la labor del fotógrafo digno de alguien que sabe valorar el trabajo de cada uno dentro de esa cadena que al fin y al cabo es el mundo del entretenimiento, el arte y el espectáculo.
La idea de la mano tapando parte del rostro era algo que tenía en mente desde hace tiempo, y pensé que en este caso podía ser muy apropiado. Como en el resto de la sesión, Nuria Espert no puso ningún impedimento y, aunque rápidamente, pude tirar tres o cuatro imágenes con este gesto. De hecho, recuerdo que la actriz comentó que esta fotografía le gustaría especialmente. Un comentario que venía en relación al paso del tiempo, y la ironía con la que hablaba de su imagen actual, dado que ya tiene más de 80 años.
En unas semanas recogerá el Premio Princesa de Asturias de las Artes, uno más dentro de una larga y exitosa carrera. Y desde aquí, sólo puedo decir enhorabuena y gracias por esos minutos que me dedicó.